Historia de la ballesta


El intento de crear un arco más potente desarrollo lo que se conoce como ballesta, su potencia era capaz de perforar las armaduras metálicas de los caballeros. Otras soluciones menos viables eran el arco compuesto con sus dificultades técnicas o el arco largo para el que se necesitaban diez o quince años para conseguir un arquero competente. Siendo la solución fue la ballesta.
La primera aparició fue en el siglo X, en el Norte de Francia extendiendose por Europa rápidamente.
Como todas las armas, en sus primeros pasos las ballestas eran artefactos muy simples. El arco de tipo simple se tensaba apoyandolo en el suelo y sujetándolo con los pies para tirando la cuerda con las manos se sujetaba en el disparador con forma de palanca que empujaba la cuerda. Conforme se desarrollo la tecnología de la ballesta medieval en la segunda mitad del siglo XII, las ballestas eran más potentes teniendo la necesidad de introducir un estribo (pieza sujeta al cuerpo de la ballesta) en la que se introducia el pie para facilitar el tensado. Pronto aparecieron sistemas mecánicos para tensar la cuerda tipo torno.
La ballesta fue considerada un arma diabolica y utilizada por cobardes. El desprecio por este arma llega hasta el Renacimiento. A punto estuvo de ser prohibida su utilización por la Iglesia y el Imperio pero su potencia y su fácil manejo hicieron que se propagase por toda Europa en los siglos XIII y XIV.
Los proyectiles empleados (virotes), de cabeza piramidal maciza eran más baratos y perforantes. El dardo de verga metálica podía atravesar corazas inaccesibles para un arquero.
La principal desventaja de la ballesta era su largo tiempo de carga, que creo la necesidad de la ayuda de un escudero que protegia al ballestero mientras éste recargaba su arma, con una cadencia de unos dos a cuatro disparos por minuto, al triple de cadencia de un arquero. El alcance de la ballesta no era superior al de un arco ahora bien, su capacidad de perforación si. En el siglo XIII, las ballestas serían artefactos comunes tanto en asedios como en batallas terrestres o navales.

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